Colombia

Desde el segundo semestre del 2018, cientos de líderes y lideresas de las regiones más afectadas por el conflicto armado en Colombia se dan cita en diversos espacios que, durante dos días, se convierten en el lugar donde se reconocen culturas, se escuchan otras lenguas, se transmiten energías y se dialoga en clave de paz. Estos escenarios a los cuales oficialmente se les reconoce como Escuelas de Formación para la Democracia, son una iniciativa que tiene como objetivo empoderar a cientos de jóvenes, indígenas, afrocolombianos, mujeres, y hombres que hacen parte de partidos políticos y de los grupos sociales tradicionalmente subrepresentados en Colombia.

Tal es el caso de Efraín Silva, participante de la Escuela en Meta, quien ya se ha destacado entre sus compañeros con sus palabras cargadas de sabiduría coloquial. “Mire, el mico aprende a bailar es dándole palo, y la guerra nos dio palo hasta que nos hizo madurar. Por eso hoy estamos conscientes de que la paz hay que defenderla desde todo punto de vista”. Para él, la guerra es un camino que nunca más deberá ser transitado por su comunidad, a la cual defiende a capa y espada.

Así como Efraín, uno a uno los estudiantes llegan a compartir sus experiencias, a defender sus tradiciones, a enseñar sus costumbres, pero también, llegan con la firme convicción de ampliar sus conocimientos, pues son conscientes de que así pueden aportar, de manera más efectiva, en la construcción de un territorio con más oportunidades.

Si bien saben que las grandes transformaciones que demandan sus territorios requieren de tiempo, poco a poco los líderes van cambiando su discurso, que pasa de la negación a la convicción de que ellos – como agentes de cambio – pueden defender la paz y a sus comunidades. “Cada vez somos más los líderes capacitándonos para hacer incidencia política” dice Julián Esaú, participante de la Escuela en Córdoba. No está solo. Como él muchos estudiantes se preparan para dar una sorpresa en las elecciones locales del 2019, bien sea como candidatos, o como veedores del proceso.

Por su parte, Efraín cree que el verdadero valor de estos espacios de capacitación es que “son precisamente lo que necesitamos para defender nuestras ideas en unos términos más claros”. A veces, con pequeñas acciones se pueden lograr grandes cambios, y mientras la violencia y la falta de políticas para el desarrollo de los territorios sigue cobrando víctimas día a día en Colombia, estos 800 estudiantes siguen firmes en sus convicciones sobre la importancia de defender la democracia, de promover el pluralismo, y de celebrar la diversidad.